Mi aprendizaje siendo catedrático
Durante 14 años de mi vida fui catedrático de matemáticas. Lo más curioso es que yo mismo odiaba las matemáticas porque no las entendía y no tuve maestros que despertaran en mí el amor por ellas. Así que cuando me ofrecieron este trabajo que tanto necesitaba, tomé una decisión: no sería un profesor de matemáticas mediocre. Me comprometí a ser el maestro que nunca tuve y siempre quise tener.
Sé que lo fácil hubiera sido convertirme en uno más, pero yo sabía que no era lo correcto. Y aunque este camino sería largo y lleno de dificultades, me comprometí a convertirme en esa persona. Costara lo que costara.
Solo dos años más tarde, y después de incontables horas de dedicación, esfuerzo y trabajo duro, sucedió lo imposible: a mis 18 años fui reconocido como unos de los mejores catedráticos al lograr que dos promociones de mi colegio pasaran sus exámenes de evaluación matemática a nivel nacional con un puntaje extraordinario.
La valiosa lección que aprendí, y que me sigue acompañando hoy, es esta: la vida constantemente nos trae desafíos inesperados, y la única forma de transitarlos correctamente es haciéndote responsable de ellos.
¿Qué quiere decir hacerse responsable? No retroceder ni quedarte estancado. No permitir que la adversidad te haga pequeño o mediocre. Tu deber es hacer lo que sabes que te corresponde hacer, por mucho que esa opción sea la más difícil y la que más esfuerzo requiere. Esa nueva situación que enfrentas exige de ti un sacrificio que nunca antes habías tenido que hacer. Hay algo viejo a lo que debes renunciar y algo nuevo que debes incorporar.